domingo, 4 de septiembre de 2011

En el jardin del eden...

Abrí los ojos con cierta dificultad por la luz del sol, note el suave roce de la hierba en mi espalda y  los murmullos de una cascada en la distancia. Todo a mi alrededor parecía un gran bosque, pero demasiado cuidado, con flores y animales silvestres, setos recortados, lagunas cristalinas y torrentes limpios, estaba en un gran jardín.

Caminaba sin ropa por el lugar, disfrutando del dulce aroma de los millares de rosas a mi alrededor, caminando sin rumbo fijo, simplemente asombrado por el lugar. Fue en ese momento en el que te vi, sin ropa como yo, contemplando un gran árbol plagado de apetitosas manzanas rojas.

 

Nada más verme corriste sin demora a abrazarme, a besar mi cuello y mis labios con dulzura, algo confuso decidí corresponderte y disfrutar del momento. Solo susurraste a mi oído "cuidado con las manzanas". Se me empezaba a asemejar a una escena muy similar en mi cabeza, pero no sabía porque no conseguía recordarlo, algo me lo impedía.

Te fuiste un momento al río a por agua, y eso fue todo lo que hizo falta, tras tu separación empecé a sentirme mal, incompleto, inseguro. Una avispada serpiente se deslizó por el árbol con los ojos fijos en mi, tenía un pelaje dorado que me cautivo en el momento en el que la vi. Comenzó a trepar por mi pierna hasta subir a mi cuello, y por algún motivo no hice nada por impedirlo, no sabía porque sentía como si no me fuera a hacer nada.



Cuando estuvo a la altura de mi oreja susurro tu nombre, no se si me sorprendió más que me hablara una serpiente o que me dijese tu nombre. Desvelo mi corazón en un momento, narrando con suavidad mis mayores deseos y mis peores temores. Con seductora voz me tentó a probar una de las manzanas, pero yo sabía que no debía hacerlo, tú me lo habías dicho.

Se hizo mi amiga y trato de hacerme pensar que me comprendía, que lo único que intentaba hacer era ayudarme, pero su naturaleza la hace querer inyectar su veneno a toda costa, sin importarle nada más. De alguna manera me conocía, y me prometió que si mordía aquella manzana, tu y yo estaríamos juntos.

Por muy tentadora que me resultara la oferta, no quería obligarte a que me amaras si no lo hacías, eso sería insoportable. Pero la astuta víbora me engañó de nuevo, me convenció de que ya me amabas y que todo era una locura de mi mente. Así que lo hice, cogí el fruto entre mis manos y le pegue un buen bocado.

En aquel momento comenzó el principio del fin.

Continuara....



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares