Así que lo hice, cogí el fruto entre mis manos y le pegue un buen bocado. En aquel momento comenzó el principio del fin. (Esto pertenece al final de la anterior entrada)
El cielo se nublo con las nubes más negras que había visto en mi vida, las verdes praderas se tiñeron de rojo por la sangre que ahora sustituía al agua en las cascadas, la vegetación moría al paso de las llamas, y la fauna era esclavizada por las cadenas que brotaban de pronto a millares en el suelo, el jardín del edén se había convertido en el infierno.
El suelo quemaba lentamente mis pies, tosía por toda la ceniza que estaba respirando, empezaba a notar la boca seca y mis párpados cansados, y aun así no podía parar de pensar en ti. Luche contra todo dolor que mi cuerpo me impusiese, resistí todo lo que intento impedirme avanzar, y te encontré al fin.
Allí estabas, de pie como la primera vez que te vi en este lugar, besándote desenfrenadamente con una persona que no había visto en mi vida. Note los primeros goterones caer por mi mejilla cuando le decías te quiero, cuando me mirabas y señalabas con desprecio haciendo como si no existiera, como si fuera un espejismo de un tiempo pasado que quisieras olvidar.
La serpiente me miro con sus ojos carmesí y me dijo que como había pedido estaríamos juntos para siempre, tendría que estar contemplando por el resto de la eternidad como amaba a otra persona. Cerré los ojos mientras una lágrima me recorría los ojos y de pronto sonreí.
"Bueno, al menos aunque no sea conmigo será feliz, con eso me basta"
Aquella víbora me miro muy contrariada, sin esperar para nada una respuesta semejante. Aunque para mi su felicidad es lo primero, yo no concebía existir en un lugar en el que no pudiera disfrutar de su amor, por eso me acerque al borde de un acantilado y me arrojé sin pensarlo dos veces a las llamas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario