miércoles, 28 de marzo de 2012

Calor en el norte parte 4

El recuerdo de sus labios volvía a ratos a mi cabeza, estaba presente siempre, pero había momentos en los que se manifestaba por completo haciendo que me sonrojara aparentemente sin motivo. No había estado ni tres días completos en aquel pequeño centro médico, de hecho estaba perfectamente aparte de las heridas en el brazo y pierna derecha, pero los médicos querían asegurarse de que no hubiera daños internos por el impacto con las rocas. Curiosamente el había estado conmigo los tres días en aquel lugar, los demás también me habían visitado, pero él había estado allí noche y día conmigo, evitando que me sintiera solo o muriera de puro aburrimiento. Mi primer recuerdo al abrir los ojos después de que me llevaran en ambulancia fue el de su mano  agarrando con fuerza la mía, parecía totalmente obstinado y decidido a no soltarla, esto provocaba sentimientos extraños e indescifrables en mi interior, y si le añadimos lo del beso incluso peor, pero ¿había sido un beso?

Es cierto que nuestros labios estuvieron juntos, pero el lo único que hacía era aplicar los métodos de primeros auxilios para esa situación, es cierto que me pareció un beso de verdad, pero tal vez entre tanto golpe y movimiento confundí un poco las cosas. Lo cierto es que los tres días de "ingreso" fueron bastante divertidos gracias a su compañía, pudimos sorprendentemente conocernos incluso más de lo que habíamos sabido hasta ese momento, con tanto tiempo para hablar prácticamente sabíamos cada uno de los detalles más vergonzosos de la vida y personalidad del otro. Algo que me impacto especialmente fue el hecho de que cuanto más sabía de él más ganas tenía de saber, hasta sus "defectos" me parecían adorables en cierto punto, verdaderamente algo me decía que estaba empezando a sentir algo por este chico. No lo tenía del todo claro pero desde luego era eso lo que me parecía, por un momento se me paso la idea de la cabeza pero luego la descarte al instante. Para empezar era un hombre, para seguir le conocía desde hacia apenas unos días, no podía haberle cogido tanto cariño tan rápidamente ¿en que estaba pensando?

Comencé a pensar en lo que sentía cuando mi piel y la suya entraban en contacto, en como me ruborizaba cuando nuestros ojos se encontraban por accidente, o la forma en la que yo le miraba a escondidas cuando él salia de la habitación a por algo o se giraba un momento. El como sus palabras me podían tener entretenido y embobado durante horas, lo bien que lo pasábamos juntos, todo lo que teníamos en común, ¿tenía algún sentido negar lo obvio? Aun sabiendo eso no le mencione nada ni pregunte como me había salvado, porque eso probablemente nos llevaría a la escena del supuesto beso, y no me gustaría quedar como un idiota preguntando algo que probablemente solo fueran imaginaciones mías. Me acompaño a casa desde el hospital y se paro en seco justo antes de llegar a la puerta del jardín.

- Oye... ¿porque no damos un paseo?

Me pareció algo extraña la proposición teniendo en cuenta de que era algo tarde, casi las ocho de la tarde, así que por un momento dude sin contestar.

- Se que estarás cansado, pero después de tres días sentados seguro que te apetece estirar un poco las piernas, y bueno tal vez no se... bueno quiero decir la playa esta cerca y nunca he visto un atardecer... y bueno...

Estaba nervioso, aparentemente incluso se había enrojecido ligeramente lo cual no supe en el momento de que manera interpretarlo, sonreí algo tímido y le dije que si que me encantaría poder andar por fin. Recorrimos parte del paseo que rodeaba la playa separandola del suelo urbano, un alto muro de piedra blanquecina sobre el que se podía caminar y tener una vista de toda la playa. Nos paramos a mitad de camino a contemplar con calma el atardecer, el rojizo cielo estaba bañado con tonos anaranjados que lo volvían cálido y un auténtico regalo a la vista. Fran saco una toalla que llevaba escondida debajo del brazo y me guiño un ojo de forma picara, bajo las escaleras hacia la arena y me invito a seguirle. El tacto de la arena con mis pies siempre era agradable, sobre todo con lo fina que era en esa playa, extendió la toalla de amplias proporciones y nos tumbamos cada uno en un extremo lo más separados posibles a contemplar la escena. Poco a poco y sin darme cuenta, prácticamente por instinto, me acercaba poco a poco a él de forma discreta pero clara a la vez, llegue a estar tan cerca suyo que levanto los brazos haciendo que se estaba estirando a forma de señal, acepte la invitación y me apoye en su pecho sin dudarlo un instante.

Los latidos de su corazón se escuchaban de forma acelerada, su respiración intentaba estar tranquila pero también se notaba algo agitada. Note como una mano me rodeaba el hombro mientras la otra jugaba tiernamente con mi pelo, me acurruque un poco más entorno a su cuerpo y entonces note su mano sobre mi barbilla. Levanto mi cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron los unos con los otros, durante unos segundos nos miramos fijamente sin apartar la vista el uno del otro, hasta que lo hice, me acerque con decisión y nos besamos. Este fue muy distinto al primero, con muchísima calma, disfrutando cada segundo del momento y cada sensación posible, tierno y pasional a la vez. No se cuantas horas nos estuvimos besando en aquella toalla, pero cuando me quise dar cuenta ya estaba bastante oscuro y se podían ver las estrellas con claridad en el cielo. Contemplamos unos segundos el cielo y Fran me miró con picardía.

- ¿Te apetece un baño?

- Estaría bien pero prefiero no mojar mi ropa y pillar un resfriado, sobre todo porque no me atrae la idea de pasar más tiempo enfermo - solté con tono bromista intentando calmar la situación

- ¿Y quien ha hablado de bañarse con ropa?

Sonrió como solo él sabe hacerlo y se quito la camiseta de forma seductora, cuando termino de bajarse los pantalones me miro con cariño y me beso mientras me desvestía a mi también. Mirar su irresistible cuerpo se me antojaba en todo momento, pero solo nos besamos y avanzamos de la mano a la orilla del mar que brillaba gracias al reflejo de la luna. El agua estaba cálida, aunque no tanto como me hubiera gustado, por lo que me abrace muy fuerte a él cuando estuvimos dentro y no puso ninguna objeción al respecto. No hacíamos nada, solo estábamos allí juntos, desnudos en el agua abrazados sin darle importancia a nada más. Continuaron los besos y cada movimiento que hacíamos era más tierno incluso que el anterior, al final me separó de su cuerpo, me miro fijamente a los ojos unos segundos y me pregunto...

- Entonces... ¿Quieres ser mi chico?

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