miércoles, 9 de noviembre de 2011

Tu y yo...

Con las primeras luces del día unos furtivos rayos de sol comenzaron a acariciarme suavemente la cara, mis ojos reaccionaron como siempre, al principio reticentes, más tarde interrogantes, y finalmente resignados. Sin embargo había algo que no cuadraba en mi habitación, notaba que aunque todo parecía igual algo era distinto, asique cerré los ojos de nuevo y deje fluir mis sentidos.



Al principio fue el olor, había estado acostumbrado a la fresca brisa que se cuela entre las rendijas de mi persiana a medio abrir, pero no era el caso, había un olor distinto en el ambiente, cargado, cautivador, atrayente. Tras extrañarme y moverme ligeramente note calor, no el mio eso lo tenía claro, sino el de alguien más, entonces sentí tu piel rozar con la mía, fui consciente en ese momento de que tus brazos me rodeaban en un tierno gesto que hizo que mi corazón diese un vuelco repentino, estabas ahí...

Tras recordar aquella maravillosa noche me di la vuelta para poder ver tu cara mejor, tus ojos aun descansaban plácidamente en ese rostro de ángel que me volvía loco a cada minuto que lo observaba. Roce tímidamente tus labios con mis dedos y avance hasta tu pecho, el corazón te latía con fuerza, acompasandose a tus respiraciones con una dulce melodía que hacía que me relajara al instante.

Despertarme contigo a mi lado ha sido simplemente alucinante, un sueño hecho realidad. Tu presencia me ha recordado cuanto te quiero y lo necesario que te has vuelto para mi en este corto espacio de tiempo, nunca he sentido nada tan fuerte antes, nunca he confiado tanto, me he sentido tan cómodo, o he estado tan seguro con alguien. Rellenas esos pequeños huecos que estaban vacíos en mi alma. Reparas las grietas que mi corazón había ido acumulando a lo largo de los años y las malas experiencias, me haces feliz.

Y mientras el resto del mundo intenta perturbar y agredir todo lo que tenemos, nosotros continuamos como si nada en nuestra pequeña burbuja. Sus insultos pasan a ser meros destellos de una lampara oxidada cuya fuerza hace tiempo expiró, su odio es como una comida caducada que se pudre en el fondo de una estantería olvidada mientras todo lo demás sigue su curso. Sus palabras envenenadas intentan hacer que nos sintamos mal, que nos replanteemos todo lo que un día creímos veraz. Pero a tu lado me olvido de que existen, me has enseñado que mientras ellos dedican su tiempo a hablar mal, insultar y odiar, nosotros lo podemos dedicar a amar.

Solos tu y yo, no necesito nada más. Te quiero, es así de simple...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares