domingo, 18 de agosto de 2013

Llamas eternas

La luz de una vela extinguiéndose desde hacia un rato, los platos fríos en la mesa preparados hace horas, un aroma de incienso cuidadosamente colocado que ya estaba casi desgastado, y un chico esperando sentado en la mesa sin saber muy bien que hacer.

Dejo escapar una sola lagrima mientras decidía si iba a cenar o si no le apetecía nada comer, ya había pasado demasiado tiempo y sabia que tenia que recogerlo todo, pero no tenía fuerzas, pues hacerlo significaría reconocer que se había olvidado de su compromiso, o que por lo menos no le parecía lo suficientemente importante para llegar puntual.

Se levanto por fin dispuesto a tirarlo todo cuando el timbre de la puerta sonó, se paro unos segundos decidiendo si merecía la pena abrir o no, finalmente se decidió a hacerlo.

Un ramo de rosas rojas, sus favoritas, y una caja de bombones ocultaban el rostro de quien había estado esperando tanto tiempo, tiro la caja al suelo y se dio media vuelta dispuesto a cerrarle la puerta en las narices, como si una buena acción borrara el plantón que le había dado. Pero antes de llegar al pomo una mano fuerte le agarro del brazo y lo empujo con fuerza contra el.

Sus labios siempre habían sido más sinceros que sus palabras, y aquel beso hablaba de arrepentimiento, amor, perdona por favor casi susurraba, no muy convencido trato de resistirse, pero era inevitable y lo sabia, era un completo y absoluto tramposo.

Mientras seguían besándose soltó las rosas y los pétalos dibujaron de rojo el suelo del recibidor, le cogió con los brazos y el le rodeo con las piernas, juntos como siempre debieran estar. Se lo llevo a la habitación en la que tantas sonrisas habían dibujado, imaginado tantos sueños y creado tantos recuerdos bonitos, y le tumbo en la cama. Mientras se miraban a los ojos solo pudieron esbozar unas pocas palabras.

-Perdóname, ya se que soy idiota...

-Si, lo eres. Pero... eres mi idiota...

Dijo esto ultimo con esa carita enrojecida que lo volvía tan loco, y sin poder contenerse lo tomo entre sus brazos y le demostró mucho más de lo que pueden hacer las simples palabras. La cama, el suelo, la pared, todo participo en su aventura, mientras la vela seguía consumiéndose en el comedor, aunque hay fuegos que contra vientos y mareas, ríos y montañas, huracanes y terremotos, nunca se apagan.


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