martes, 17 de enero de 2012

Lo único que necesitamos...

Una tarde nublada de finales de noviembre, un cielo encapotado que dejaba caer finas gotas de lluvia en las aceras de Madrid, el vaho de la respiración de un hombre, los ojos cautivadores de una persona desconocida mirándole con atención, bueno quizas no tan desconocida, tal vez solo olvidada en lo más recondito de su mente por su propio bien, o eso pensaba él.

Un suave rubor se extendía por su cuerpo mientras avanzaba en las solitarias calles hacia su objetivo, la fría lluvia lo empapaba y hacia que los latidos de su corazón retumbaran con fuerza en sus oídos, pero nada lo iba a detener, esta vez no. Caminaba lentamente mientras esos ojos verde esmeralda le observaban con deseo y cautela, ambos tenían sus dudas ante la situación, pero en ese momento no era la lógica lo que movía sus piernas, ni la razón la que guiaba su mirada, esta vez solo hacia caso a su interior.

Apenas los separaban unos escasos metros cuando se pararon ambos en seco para observar la situación con más calma, trataron de pensar que deberían y que no deberían hacer en ese instante, lo correcto de lo inapropiado. Pero no tuvieron fuerza de voluntad para dar media vuelta y volver, aun sabiendo que supuestamente aquello era un error e imposible decidieron darle una oportunidad y reducir el espacio entre ellos a apenas unos centímetros.

Estaban lo suficientemente cerca como para notar la respiración del otro en el cuello, uno jadeaba fruto del nerviosismo y la excitación, mientras que el otro mas calmado simplemente sonreía y cautivaba con una mirada demasiado tierna como para resistirse a ella. Empezaron unas leves caricias con la mano a través del rostro, un jugueteo inocente con el pelo, y antes de poder darse cuenta miraban fijamente los labios del otro, deseosos de probarlos, ansiosos por culminar el momento bajo la lluvia.












Extendió un brazo suavemente por su cintura y se acercaron con suavidad lentamente, sin prisa, creando expectación para el momento, poco a poco, hasta que finalmente se besaron. Fue un beso largo en el que los corazones latían rápido y las respiraciones se detuvieron en seco, ojos cerrados, manos firmes, y un fuerte calor recorriéndolos de arriba a abajo.

Tras la ternura y cariño iniciales no pudieron aguantar mas y comenzaron a dejar suelto el animal que llevaban dentro, empezaron los besos fuertes, los mordiscos, las manos descontroladas. Poco a poco se acercaron a la casa de uno de ellos, entraron en el portal, subieron las escaleras aun besándose y sin poder dejar de hacerlo, sin separarse. Abrieron la puerta del piso, la ropa comenzaba a perderse mientras se dirigían al dormitorio, trataron de conseguirlo pero no pudieron resistir mas.

No se les resistieron las paredes del salón, ni la mesa del comedor, tampoco la encimera de la cocina, la ducha ni su cama, no había nada capaz de hacer frente a su amor. Al final estaban ambos durmiendo en su cama juntos, con una sonrisa en el rostro y un calor emergente en el corazón. Se miraron a los ojos abrazados y prometieron estar juntos para siempre, después simplemente disfrutaron de estar el uno con el otro, durmiendo, eso es todo lo que necesitaban en realidad, el uno al otro.

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