Siempre has tenido esa habilidad innata de hacerme sentir culpable por todo, tras cada problema que teníamos, tras cada discusión, yo siempre fui el que dio el primer paso y arrepentido pidió perdón. Cada vez que miro al pasado me doy más cuenta de que todo fue una pura mentira, nunca fue nada de aquello real, ni significo nada para ti. Te encanta darme lecciones de como ser buena persona, cuando no te das cuenta que deberías aplicártelas a ti mismo.
Me has echo derramar miles de lágrimas por ti, me has hecho tener esperanzas de reconciliación, deseos de arreglarlo todo. Y una y otra vez volvías a hacer lo mismo, hacerme daño, traicionarme, usarme, y lo peor de todo es que cada vez quería volver a hacer las paces.
No me creo ningún santo, y se perfectamente los errores que cometí y no son pocos, pero yo nunca, NUNCA, use algo que me habías contado en tu contra, nunca desvele tus oscuros secretos al público. Sin embargo tu sabes mucho de mi, y nada te impide ir pregonando por ahí lo que te sale de los cojones, e incluso cosas que sabes perfectamente que son mentira.
Aun sigo sin saber como lo consigues pero la gente te cree, llega al punto en el que te crees tanto las cosas y estas tan seguro de tus maravillosos puntos de vista que no te das cuenta de que no es cierto, y de que estas haciendo daño a la gente por ello.
Ya no solo es por mi, cada vez que hablas te oigo insultar a cualquiera, tu precisamente que te quejas de que la gente hable a las espaldas eres el que más lo hace. La llama de nuestra amistad se ha ido apagando poco a poco cada día, y al final me he hartado de tratar de conservarla, he de dejar que la cera consuma las llamas.
¿Pero sabes una cosa? He decidido que ya no mereces la pena, ahora que por fin tengo una persona especial en mi vida no te necesito más, no me tengo que sentir un pordiosero contigo. Ya he encontrado a alguien que me quiere y acepta, no necesito estar suplicando por tu amistad nunca más. Por eso no te daré ni un perdón más, se te acabo el grifo.
