Hacia una semana que había conocido a Cristina, y mi corazón daba un vuelco cada vez que nos encontrábamos de nuevo, contenía la respiración a su lado y el roce de nuestras manos me provocaba una descarga eléctrica cada vez que nos rozábamos. ¿Quien me explicaba que era esto si no amor a primera vista?. Sin embargo no lo era...
Hice este insólito descubrimiento en nuestro primer beso, habíamos quedado un sábado por la tarde en un pequeño parque que tenia un lago y algunos bancos. Pude observarla desde lejos como se iba acercando con lentitud y seguridad.
Llevaba su pelo liso suelto por encima de los hombros con un par de tirabuzones colgándole por los lados, se había puesto un vestido negro muy cortito y los ojos de verde resaltándolos más aun. Cuando se acerco pude aspirar su perfume, era una fragancia que mezclaba algún tipo de olor dulzón con algo parecido a chocolate.
Después de saludarla me tumbe suavemente en la hierba para mirar al cielo y relajarme, ella hizo lo mismo y se tumbo a mi lado.
La conversación estaba dirigida a buscar algún tipo de interés mutuo, pero cuanto más halábamos más comprobabamos lo poco que compartiamos, y algunos puntos fueron hasta incluso incómodos. Aunque la conversación fuese un desastre había algo que me impedía apartar la vista de ella o dejar de inspirar su olor.
No me había dado cuenta de que poco a poco se había ido acercando hasta el punto de estar encima mio acariciándome el pelo. Hubo un momento de silencio en que nos miramos como aquel primer día, se acerco lentamente y nos besamos.
Toda la intensidad de la que careció la tarde se vio ampliamente compensada por aquel momento. Nuestros labios se movían con furia y desenfreno, recorriendo cada milímetro, saboreando cada rincón. Me mordió el labio inferior y paso las manos por mi pelo, recorrí cada linea de su cuerpo con mis manos y el tiempo paso sin que le restáramos la más mínima importancia.
Nos despedimos al acabar el día y entonces comprobe que es lo que había pasado. No había amor entre nosotros, todo lo que existía era deseo algo puramente físico. El tiempo con ella era monótono y no tenia nada de especial, pero en el momento en el que nuestros labios se rozaban la llama se encendía en nuestro interior y descarábamos llamaradas de pura pasión.
Sopesando en mi nuevo descubrimiento me tumbe en mi cama y cerré los ojos con la esperanza de verlo todo más claro al día siguiente....
